Recortó cada necrológica de las personas que conocía. Decidió guardarlas en el pequeño libro negro, que poco a poco iba aumentando su grosor.
Ya no quedaba nadie que le recordase. Todos habían muerto.
Había llegado la hora de recogerlo todo. Encontró una pequeña caja desvencijada de cartón duro y allí introdujo sus creencias, sus recuerdos.
Recuerdos de alguien anónimo, recuerdos que guardó en una vieja caja de cartón duro.
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